El problema de la desinformación

La desinformación y los efectos de las noticias falsas en la sociedad generan actualmente una gran preocupación a nivel global. La cuestión ha sido abordada por la comisión Europea en distintos informes y manuales (p.e. «A multi-dimensional approach to disinformation. Report of the High Level Group on fake news and online disinformation» o «EU Code of Practice on Disinformation«), por la UNESCO (Ireton e Posseti, 2018), por el Parlamento Británico (House of Commons, 2019) entre otras instituciones, además de generar declaraciones conjuntas de organismos supranacionales como la declaración sobre libertad de expresión, fake news, desinformación y propaganda del Relator Especial de las Naciones Unidas para la Libertad de Opinión y de Expresión, del Representante de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa para la Libertad de los Medios de Comunicación, del Relator Especial de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para la Libertad de Expresión y del Relator Especial de la Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos sobre Libertad de Expresión y Acceso a la Información (Joint declaration on freedom of expression and “fake news”, disinformation and propaganda, 2017).
Abundan también las referencias a la problemática de la desinformación y la falta de confianza en los medios en los informes de distintos centros de investigación, como el Reuters Institute for the Study of Journalism de la Universidad de Oxford, el Poynter Institute, el Pew Research Center, The Nieman Foundation for Journalism o el Shorenstein Center on Media Politics and Public Policy, ambos de la Universidad de Harvard.
Según el Digital News Report Spain 2019, publicado por los profesores Alfonso Vara-Miguel, Samuel Negredo, Avelino Amoedo y Elsa Moreno de la Universidad de Navarra, el 68% de los usuarios españoles expresa preocupación por distinguir entre lo verdadero y lo falso en los contenidos de internet, una cifra bastante superior al 42% de media internacional que se señala en el Reuters Institute Digital News Report 2019. A nivel global, las circunstancias sociopolíticas de cada país hacen que este índice oscile desde el 31% de los Países Bajos hasta el 85% de Brasil. Podemos señalar, sin duda, que la preocupación en nuestro país al respecto es elevada.
Las dinámicas actuales de consumo de noticias por parte de los usuarios parecen favorecer la propagación de la desinformación toda vez que las cabeceras o marcas de los medios de comunicación tradicionales –como fuentes presumiblemente fiables– quedan diluidas en consumos de noticias que cada vez favorecen más los accesos indirectos a la información.
Así pues, la desinformación es peligrosa no sólo por la naturaleza de su contenido, sino por su enorme capacidad de difusión a través de unas redes sociales y aplicaciones de mensajería cada vez más utilizadas como medio de acceso a la información (Casero-Ripollés, 2018; Zúñiga, Ardèvol-Abreu, & Casero-Ripollés, 2019). La investigación reciente sobre el tema ha constatado que las noticias falsas se propagan más rápido, generan más atención y alcanzan a más individuos que las verdaderas y que esto se debe, fundamentalmente, al comportamiento humano y no a bots (Vosoughi, Roy, & Aral, 2018); ante esta evidencia se hace necesario investigar no sólo cómo limitar el alcance de la desinformación sino también cómo incrementar las posibilidades de difusión de los contenidos que la combaten.
Los fact-checkers como parte de la solución

La lucha contra la desinformación se lleva a cabo en distintos frentes y, debido a la dimensión del problema, es necesariamente poliédrica. Legg & Kervin (2018), en su informe The Fight Against Disinformation in the US: A Landscape Analysis, identifican cuatro categorías de actores principales en la lucha contra la desinformación en el momento actual: 1) las propias plataformas y sus iniciativas para identificar los contenidos falsos publicados en ellas y limitar su circulación (Facebook, Twitter, WhatsApp, Google, etc.), 2) las instituciones, centros de investigación y universidades que estudian el fenómeno y desarrollan iniciativas de contraataque y educación mediática 3) las iniciativas novedosas que combaten la desinformación y 4) las personas y fundaciones que financian esta lucha.
Dentro de esas iniciativas novedosas contra la desinformación se encuentran los fact-checkers, medios o secciones de medios que se dedican expresamente a verificar las declaraciones de personalidades públicas, las noticias de otros medios o los rumores que circulan por la red. Según Elizabeth (2014), los fact-checkers deben ocuparse de cualquier declaración con impacto en las vidas y medios de vida de otras personas y ofrecer información rigurosa y verificable, libre de partidismos. La actividad que realizan es una modalidad concreta de periodismo que recibe el nombre de verificación de datos o factchecking y, aunque como práctica periodística es antigua, nunca ha tenido tanto protagonismo y visibilidad en la esfera pública como en la actualidad.
En este sentido, la International Fact-Checking Network (IFCN) es una entidad que agrupa iniciativas de fact-checking que se someten a un control externo sobre ciertos aspectos de su labor agrupados en 5 principios: 1) no partidismo y equidad, 2) transparencia de las fuentes salvo cuando suponga un riesgo para ellas, 3) transparencia en la financiación y la organización 4) transparencia de la metodología de verificación y 5) política de corrección abierta y honesta.
La IFCN nace en 2015 en el seno del Instituto Poynter para agrupar a las iniciativas periodísticas de verificación de datos que trabajan según una serie de principios éticos definidos por la institución y actuar como auditor independiente de la imparcialidad y calidad de estas nuevas iniciativas periodísticas. Los medios acogidos bajo este proyecto firman un código de principios que deben regir su funcionamiento y son auditados cada año por consultores independientes que certifican si los cumplen o no.
La IFCN agrupa actualmente (consultado el 27/09/2019) a 70 entidades de todo el mundo, más 6 en proceso de auditoría anual y 10 cuya adscripción ha expirado entre 2018 y 2019. Esta red destaca, además, porque desde 2016 Facebook cuenta exclusivamente con los firmantes del código de principios de la IFCN como verificadores externos dentro de su programa de lucha contra la desinformación dentro de la red social («Facebook extiende sus verificadores de información locales a cinco nuevos países por las elecciones europeas», 2019; Mullin & Mantzarlis, 2016).
A este respecto, el interés del equipo investigador se centra en las características formales y narrativas de los contenidos generados por los fact-checkers y en las estrategias de distribución a través de las redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea que pueden favorecer su éxito en términos de alcance e interacción, con el ánimo de contribuir a la práctica profesional (Salaverría, 2019) y al beneficio de la sociedad en su conjunto.
Objetivos del proyecto
El objetivo general del proyecto propuesto es identificar los formatos, las temáticas y los recursos narrativos más exitosos en términos de impacto generado y alcance de entre los utilizados por las iniciativas iberoamericanas de fact-checking en las distintas redes sociales y canales digitales, prestando especial atención a aquellos identificados como relevantes en la investigación previa realizada.
Dado que la actividad de los fact-checkers es mayoritariamente reactiva frente a contenidos de dudosa credibilidad emitidos por otras fuentes, sus desmentidos o constataciones se refieren a informaciones que, o bien han circulado ampliamente entre usuarios o bien han sido emitidas por fuentes de aparente credibilidad –como medios de comunicación o personajes públicos– por lo que la catalogación temática que se obtenga a partir de ellos será una buena muestra del tipo de desinformación que ha alcanzado un cierto nivel de relevancia.
Los resultados no sólo documentarán lo que hace cada uno de los medios de la muestra y comparar las distintas realidades nacionales, sino que permitirán identificar las características del contenido que pueden contribuir a que este viralice y alcance a un volumen elevado de la población, de manera que los resultados del proyecto puedan suponer una mejora en la creación y distribución de contenidos para combatir la desinformación.
Objetivos concretos
- O1: Identificar las temáticas predominantes en las noticias y bulos que desmienten los factchekers de la muestra y las similitudes y diferencias entre los distintos países estudiados.
- O2: Detectar las publicaciones que han generado mayores ratios de interacción en Facebook y Twitter en cada uno de los medios que componen la muestra y localizar características comunes en cuanto a aspectos formales, narrativos y temáticos, encuadrándolas dentro de las circunstancias sociopolíticas del momento de publicación.
- O3: Caracterizar a las comunidades online de cada uno de los medios de la muestra a partir de su tasa de interacción con los contenidos de los fact-checkers, contrastando la actividad generada en torno a los contenidos de más éxito en cada medio con el tamaño de su comunidad.
- O4: Identificar los recursos narrativos utilizados en los contenidos en vídeo y formatos gráficos creados y publicados por los fact-checkers a través de sus perfiles en redes, con especial énfasis en Facebook, YouTube e Instagram e identificar aquellos que pueden estar relacionados con el éxito de las piezas en términos de interacciones sociales generadas.
- O5: Identificar las prácticas de publicación de contenidos a través de aplicaciones de mensajería instantánea de los medios de la muestra, atendiendo al uso cada vez mayor que hace de la ciudadanía de los mismos para informarse.
- O6: Crear un banco de recursos para la alfabetización digital y mediática de la ciudadanía a partir de las propuestas generadas por los medios que componen la muestra y desarrollar Recursos Educativos Abiertos (REAs) orientados a su utilización en la enseñanza secundaria y un curso online abierto a la población en general.